Desde
el punto de vista humano, Dios es visto de diferentes maneras, cada uno lo
arrima a su lado y lo acomoda a su diferente forma de ver la vida.
Algunos
lo ven iracundo ante cualquier falla humana, otros ven su reflejo en la naturaleza,
algunos lo creen ingenuo pensando en un arrepentimiento sin resarcimiento de la
falta, otros lo encumbran en la cima inalcanzable, otros lo envuelven en su
corazón como voz latente en la intimidad de la noche, sin embargo ante las distintas
caras del mismo rostro, solo puede haber una verdad, el Dios único e
incambiable se da licencia de ser como cada criatura de su creación quiera que
sea.
No
por ello deja de ser verdad, que todo ideal colmado de amor conduce a la misma
meta, que aunque haya distintas vertientes del mar inmenso, el agua sigue
siendo la misma.
¿Y
por qué jugar sin mostrarse?
Quizá
porque para amar la verdad es necesario colocarla a prueba en el día a día, y los
momentos de desazón, de desaliento, de duda o de sufrimiento, son los escalones
necesarios para llegar a la cumbre y así poder tener la certidumbre de hallarse
ante el Dios de amor.
En
la vida misma, en nuestro mundo imperfecto, se muestra a diario que quien mucho
tiene y poco le ha costado, no llega a apreciar lo que se tiene, mientras que si
viene antecedido de una lucha constante, gracias a la dificultad que ha tenido
la obtención del beneficio, el aprecio de lo conseguido es una consecuencia inevitable.
El
ser humano ha hecho a Dios a su imagen y semejanza, y Dios se ha presentado al
hombre, como el pan de vida de acuerdo a su crecimiento espiritual, para evitar
el atragantamiento de quien no está preparado y solo a causa de quien anhela
conocer la verdad absoluta.
Ragde47