(CUENTOS PARA VALENTINA)
El travieso Chirulitas era un niño como
cualquier otro de cualquier lugar del mundo, con una visión del mundo llena de
risas y bromas. Era bromista por naturaleza, desde que en cierta ocasión se
mordió la lengua y uno de sus tíos le aseguró, que si se la seguía mordiendo
iba a quedar media lengua y a seguir hablando atdi.
A él, esta visión de su tío le causó tanta
gracia, que se retorció de risa hasta lagrimear sin descanso. Cuando su
interlocutor le daba pie para jugarle una broma, no dudaba en hacérsela sin
importar consecuencias. Gracias al cielo sus bromas no pasaban de ser pequeñas
burlas a sus semejantes.
En cierta ocasión le echó sal adicional al
plato donde su mamá comía, gracias al descuido de ella, que abandonó el plato
para atender la cocina. A una vecina la asustó por la espalda, con una trompeta
que le prestaron en su colegio, cuando atendía su jardín.
Con tanta broma, empezaron a llegar las
quejas de los vecinos y conciudadanos de la población donde vivía. Y en un comienzo su mamá creyó que con
un regaño era suficiente corrección a sus constantes burlas.
La realidad es que no funcionó, hasta que en
cierta ocasión, uno de sus vecinos empezó también a jugarle malas pasadas al
pequeño. En cierta ocasión, cuando el niño salió a comprar un mandado de su
madre, este vecino sin igual decidió cortar el servicio eléctrico de la zona.
El niño con el susto, al hallarse en plena calle y sin quien lo protegiese,
perdió uno de sus zapatos, rompió dos huevos del mandado y llegó acezante a la
puerta de su casa.
Su mamá al verlo todo asustado, lo abrazó,
pero luego que se enteró de lo echo por su vecino, en un principio le dio
rabia, pero luego decidió utilizar el suceso para explicarle a Chirulitas la
razón por lo que las bromas no siempre son solo risa.
Le dijo que así como él se había llevado ese
gran susto, él, a muchos de quienes se había burlado, les había causado, rabia,
miedo y desazón.
Desde aquel día, Chirulitas bromeó con más
cautela…
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