Por más empeño que uno llegue a colocar para ser mejor persona, siempre existen
variables en la ecuación de la vida que terminan minando esa actitud positiva
hacia nuestros congéneres.
Y es que la diversidad del pensamiento humano, hace que
los desencuentros sean frecuentes, siempre y cuando se esté en contacto
constante con otras personas. Ya sea por trabajo, estando sometido a reglas y
políticas institucionales, por esparcimiento, teniendo que compartir espacios
recreativos con personas con diversas costumbres comportamentales.
El no disponer del control total, tiranizando la vida de
los demás para que se sometan a nuestras ideas, nuestra perfecta manera de ver
la vida a nuestro acomodo, nos obliga a
jugar al tire y afloje en diversas circunstancias, para evitar que la
vida se vuelva un manicomio de constante conflicto, haciéndonos infelices.
Es más, en ese complejo mundo del pensamiento humano,
nosotros mismos hacemos contraparte de nuestro buen hacer. Como jueces de
nuestra particular manera de vivir, sometemos la mayoría de acciones,
omisiones e ideas a juicio, en un
constante reflexionar, que nos lleva a cuestionarnos, ponderando nuestras
buenas acciones y criticando nuestras fallas.
La religión, Dios, la parte espiritual de la vida, son la
tabla de salvación para muchos, quienes toman su medicina, a diario, una vez a
la semana o quizá una vez al mes. Pero en esos instantes enfocamos la mirada
introspectiva a buscar lo mejor de nosotros y tratar de olvidar lo perjudicial
para nuestra salud mental.
No es fácil, pero mientras sigamos vivos, estamos…
Ragde47