“Soñar
no cuesta nada”, pero puede ser el acabose de quién se queda en un constante
sueño, viendo el tiempo pasar sin actuar, sin involucrarse en la cotidianidad
de una vida material que exige, que despierta con sufrimiento y dolor, que no
conoce de consideraciones especiales, que arrastra a mortales seres a vivir por
obligación, entonces soñar si cuesta, si no se tienen los pies sobre la tierra…
En
el campo soleado, donde los retoños crecían, se encontraba la palabra y el
silencio. Ellos se miraban, el uno no se atrevía a hablar porque tal vez no le respondiesen
y el otro porque no podía, pues le era imposible, ya que si lo hacía dejaría de
existir.
Así
que la palabra le sonrió, el silencio se sonrojo ante tanta belleza, era la
primera vez que la veía, además sentada a su lado, el destino, un vecino de
todos los días se la había presentado en esa mañana, ¡oh hermosa mañana!
exclamaba en su fuero interno, pues solo los enamorados saben apreciar lo bello
en la sencillez.
La
palabra, aunque incómoda con tanto silencio, había aprendido a apreciar en este
corto tiempo, a la voz sin voz, al mensaje tras cada acción, a la suave brisa,
al caluroso abrazo de un sol encantador, a la mirada discreta de su
acompañante, al ser que le acompañaba, ella también lo amaba.
El
sabio, escondido tras un verde majestuoso los miraba, se sonreía, estaba
encantado con el encuentro sublime, hasta ese día entendía la importancia de
los dos y el porqué de su creación, ellos eran el complemento perfecto, siempre
y cuando se dejasen actuar sin la imposición del uno sobre el otro, el silencio
y la palabra eran la pareja perfecta, eran el encanto de quien sabe apreciar la
existencia.
Por
fin la palabra rompió el mutismo y habló, se escuchó cual suave arrullo matinal.
El silencio sorprendido al principio, trato de encontrar el lugar de donde
provenía ese sonido, al nunca haberse encontrado con palabra alguna lo dejó
descolocado, pero al ver la risa de su bienhechora, sintió vergüenza, trató de
levantarse e irse, pero un tenue canto que le fue susurrado lo dejó casi
encantado.
Era
ella quien le regalaba tan maravilloso sonido, él la volteo a mirar y ella
quedó atrapada en su mirada, solo el silencio sabe hablar sin palabras, le
transmitió tanto que sin proponérselo, empezaron a caminar sin rumbo fijo, ella
solo anhelaba permanecer a su lado, el mundo en el que ahora habitaba la hacía
feliz y eso era suficiente, por parte de él, la compañía que ahora la palabra
le brindaba era mejor, a una soledad que por muchos años lo había mantenido aislado.
Y
como la imaginación aparece en el momento adecuado y en el justo lugar, hoy
quiso pasearse por este escrito y compartirse con el lector del mismo a través de
un ser imaginativo y nada convencional, un soñador con los pies en la tierra te
escribe…
Ragde47