Salí
al coliseo del pueblo donde vivo junto con el hijo de mi esposa. Nos dirigimos
allí a lanzar con un balón de baloncesto un rato, queriendo con ello hacer algo
de ejercicio físico.
Durante
un buen rato corrimos y lanzamos y con eso del pasar de los años, ya me dolían
los músculos, la causa probable, el abandono del ejercicio físico por la
comodidad de una cama para ver televisión, un computador, que no pide mayor
esfuerzo y demás accesorios de la vida moderna que minan el cuerpo y lo hacen
carga para el propietario del “bulto”.
El
caso es, que allí también había unos niños entre los 10 y 14 años jugando fútbol de salón. Por lo que terminamos
jugando un partido. La división de los equipos quedó de la siguiente manera. El
equipo contrario lo componían 4 muchachos y el mío lo conformábamos 3, el hijo
de mi esposa de escasos 6 añitos, un niño de cerca 11 años y yo.
Como
la mayoría de deportes, con el encuentro se buscaba conseguir la mayor cantidad
de anotaciones, lo cual se apretó al inicio con un 4-4, posteriormente llegamos
a aventajarlos con un 12 a 4 goles, pero empezó la viveza del equipo perdedor y
se acordó que ganábamos 10 a 4.
Mientras
transcurría el encuentro, mi equipo disfrutaba el encuentro, en el equipo
contrario se destacaban los insultos entre unos y otros, no conformes con el
resultado, cambiaban de arquero a cada rato, era todo desorden. El pequeño de 6
años dejó de jugar y se fue a lo suyo, a jugar en un parque cercano. Dejándonos
4 contra 2 jugadores. El cansancio cobró factura y empezó el recorte en el
marcador, sin embargo nunca llegaron a alcanzarnos.
Como
entraba la noche, el equipo contrario en una jugada acostumbrada en la gente
débil y poco esforzada, decidió que el partido se definiera para quien hiciera
el último gol. No hubo protestas de nuestro equipo. Finalmente y tras varios goles anulados a nosotros, por
cualquier justificación que ameritara la postergación del ganador, ellos
hicieron un gol y “ganaron” el encuentro.
Hoy
deben estar ufanándose de su hazaña y recalcándole a mi compañero de juego, lo grandiosa de su victoria, sin
sentarse a pensar, que si por un momento nuestro equipo no hubiese aceptado el
cambio de reglas, remotamente hubiesen obtenido el triunfo.
Posdata:
El niño que fue mi compañero de juego, en ningún momento protestó, ni porque el
hijo de mi esposa dejara pasar el balón, ni porque los otros cambiaran las
reglas, simplemente se dedicó a jugar, a disfrutar el juego y a salir ganador,
aunque hoy pueda aparecer como perdedor, frente a los vivos que llegarán lejos
en un mundo que aprecia su engaño y que
se olvida de las reglas establecidas en con anterioridad en el juego.
De
alguna manera, él vio en mí al líder del equipo y como ese líder jamás protestó
porque estaba interesado en jugar, no en el resultado, se dedicó a hacer lo que
hace un gran jugador, compartir el balón, pensar en el bien del equipo y no en
su propia gloria y es por ello que hoy me afirmó más en mi creencia a ciegas en
los silenciosos y no en los que gritan
sus virtudes, porque son sus acciones su mejor carta de presentación…
Ragde 47