Un hijo de Dios ve
las necesidades en los demás y trata de cubrirlas con lo poco o mucho
que posee.
Un hijo de Dios consciente de su existencia, trabaja a
diario y trata de cumplir a cabalidad con sus responsabilidades.
Un hijo de Dios prospera sin necesidad de explotar a
sus hermanos.
Un hijo de Dios cumple con los mandatos de su
comunidad porque sabe que son normas que también lo regulan, siempre y cuando
no atenten con el bienestar humano.
Un hijo de Dios analiza sus defectos y trata de
corregirlos constantemente.
Un hijo de Dios es la fuerza voluntaria haciendo el
bien.
Un hijo de Dios se compromete a aceptar la vida tal y
como va sucediendo a diario y jamás inculpa al padre por las dificultades que
esto conlleva.
Un hijo de Dios se sabe amado aún en la soledad, en la
persecución o en la derrota.
Un hijo de Dios comprende a sus hermanos y cada vez
que puede, trata de encaminarlos a la propagación del bien.
Un hijo de Dios no puede permitirse ingresar a ningún
bando en contienda en una guerra, por muchas bondades que pueda parecer
perseguir el grupo humano.
Un hijo de Dios aprendió a amar, no nació amando,
después que se enteró que era la mejor decisión en la realidad humana.
Un hijo de Dios que es consciente de su filiación divina,
ya nada puede llevarlo a la inexistencia.
Un hijo de Dios ve en las religiones, distintos
caminos para buscar al padre en grupo, todo camino es bueno si provee
bienestar.
Un hijo de Dios puede llegar a ser como su padre, un
Dios, pero necesita constancia, compromiso y millones de años para
perfeccionarse y poder emprender su propia creación.
Un hijo de Dios aprende de todo y de todos, vive al
natural e involucrado en la naturaleza porque encuentra allí el espejo que
refleja el camino a seguir.
Un hijo de Dios también fue ignorante, inocente,
ciego, torpe, vulnerable, egoísta, errado y demás estados del hombre, y por
ello, sabe reconocer estos niveles de consciencia en sus hermanos.
Un hijo de Dios quiere ser como su creador.
Un hijo de Dios vive cada circunstancia de la vida
humana como parte importante del aprendizaje de lo que es ser humano.
Un hijo de Dios, aprende de las vivencias de sus
hermanos gracias a su capacidad imaginativa.
Un hijo de Dios se levanta pensando en estar un
escalón más cerca de Dios, gracias a su persistencia por mejorar día a día.
Un hijo de Dios calla cuando puede herir, escucha
cuando puede gritar, llora cuando es tocado por la vivencia, ama en silencio y
con acciones, apaga los conflictos, es una mano amiga, una ayuda inesperada, un
abrazo consolador.
Un hijo de Dios desaprende malos hábitos, pide perdón,
es agradecido, comparte lo que ha aprendido, se compromete a cambiar para
mejorar.
Un hijo de Dios, es lo que tú eres, si estás aquí
leyendo…
Ragde47