Un
cuento no muy bien contado
 La agente 006, jugaba en el juego de la vida,
camuflada tras un trabajo cotidiano, en una agencia oficial del gobierno,
transfiriendo alegría a su paso, tras una risa contagiosa de largo alcance.
Ella no lo sabía pero en el juego de la vida siempre existe el contraespionaje,
esta vez dirigido por el agente número Uno, el jefe de jefes, aquel que nunca
se ha visto pero se sabe que existe.
Había enviado a un agente doble, de esos que
no se sabe quién es, porque es original en su actuar, pero extraño para los
demás agentes, con locura contagiosa, y de investigación silenciosa. El agente
era desconfiado por naturaleza, sin embargo, vio en la agente 006 algo especial,
podía ser él a cualquier hora, pues no existía juicio en ella, simplemente
jugaba su juego y permitía el de los demás.
Ella sabía moverse en cada etapa del juego y
se desenvolvía con propiedad, convirtiéndose con ello en una agente especial. Su
avanzar diario, la hacia una maravillosa jugadora, ya que lo que otros agentes
tardaban en ver, ella casi que de inmediato lo detectaba.
El agente de contraespionaje, cuya misión
secreta no es posible revelar, empezó a ver más allá de lo que se ve a simple
vista, y con táctica detectivesca colocaba pequeñas trampas a la agente 006
buscando con ello develar a la verdadera agente tras la cotidianidad.
Dice un adagio popular que tras cada gran
hombre siempre hay una gran mujer, pero en los tiempos que corren aquella frase
podría sufrir cierta modificación, y es que en el ahora con la inclusión social
de la mujer, la frase podría rezar así: “toda mujer se merece un gran hombre”,
y al parecer la agente 006 gracias al desenvolvimiento diario en el juego de la
vida se había hecho merecedora de ese gran hombre.
Pero donde buscar, si la vida le enseña a la
mujer a desconfiar de príncipes azules y de sapos que son hombres, o más bien
de hombres que son sapos o besan como sapos, la idea es esa dijo el chapulín y
la sacó del estadio.
Un corazón late, palpita, se acelera, bombea
sangre, sin embargo, tras este musculo de constante trabajo, se encuentra la
llave que abre la puerta del ojo biónico, aquel que permite ver más allá de lo
que se muestra en el juego de la vida, y solo aquellos agentes con capacidad superior
podrán acceder a ella, permitiéndoles avanzar hacia un camino común, donde lo
que existe no es lo que se mira en la materia, sino lo que se posibilita en el
nivel superior del entendimiento.
La gente 006 había encontrado esa llave, sin
embargo esperaba que el agente de contraespionaje se diera cuenta, lo que ella
no sabía es que él había aprendido a ver más allá y ya lo sabía, gracias al
trino constante de un pajarito con alma de mujer, que trinaba a diario su
hermoso canto.
Pero como no existe cuento sin dificultades,
los términos del envío del agente doble al juego de la vida, estipulaban que
era necesario que ella diese el primer paso, porque de esa manera se demostraba
que ella era la agente buscada para una misión especial, solo ella podría
romper las reglas sociales, las ataduras de una norma, el ceñimiento a las
leyes que el agente no gustaba seguir, porque según él, maniataban a los agentes,
convirtiéndolos en robots que asienten sin pensar.
Una mañana, la agente 006 se levantó con una
llama interna que la llenaba, decidió jugarse el todo por el todo, sin importar
el mundo, iba a lanzarse al abismo que antecede toda gran hazaña, ese salto al
vacío que dan los mejores agentes cuando desean algo y empiezan la lucha por
conseguirlo, decidió hacer de su vida un juego aparte, donde la protagonista
fuera ella y los demás sus actores secundarios, en su actuar convertiría al
agente enviado en parte de su nuevo juego y con ello conseguiría los puntos
necesarios para llegar al nivel 47, donde podría hallar la verdadera imagen del
agente doble, un agente que juega a lo que los demás juegan, porque ha
aprendido a adaptarse y así conocer el juego de los otros agentes.
El pajarito trinador (segunda parte)
El agente doble R47 (tercera parte)