No es lo mismo predecir el futuro, que saber lo que viene
en el trascurrir de los días. El primero es el acontecimiento o hecho por venir
y el segundo es lo que viene. El primero
puede suceder, el segundo sucede y por lo mismo es incambiable.
En esa línea de tiempo que se da al ver una película,
quien ya la vio, sabe el final de la misma, y por más indignación que pueda
causar un personaje, se hacía necesario, dentro de la trama que quisieron
llevar a la pantalla los involucrados en la realización de la película.
De otro modo, la película tendría una historia y un final
diferente. Por ello, quien anhela saber el futuro debería preguntarse, sobre su
preparación ante acontecimientos que le sucederán, tanto a él como a los seres
que quiere, y adicional a ello, tener presente que no los va a poder cambiar.
Un ser humano con el poder de saber el futuro, sufriría
la desdicha de encontrarse con acontecimientos nefastos e incambiables, de lo
contrario no sería, el futuro por venir, sino los sueños ilusorios de un
posible futuro.
Muchas veces dentro de las rogativas y oraciones
personales, se le pide a Dios padre imposibles, dejando de lado temas realmente
importantes. Cuando imaginamos el futuro, y nos flagelamos con el pasado
incambiable, olvidamos el importante presente, donde podemos actuar cualquier
personaje que se nos ocurra, sin necesidad de libretiar la vida, ni seguir
libretos ajenos que no nos identifican como individuos dentro del todo.
Ya la película está rodándose, pero el final de la
película personal necesita escenas vivas y con actores entregados a vivir el
personaje que le tocó, ya sea pobre, rico, hombre o mujer, de lo contrario el
director y el artífice de la gran obra tendrán que prescindir de los malos
actores…
Quien vive el presente sabe que al final, todos somos
iguales (para Dios), pero diferentes (para todos)…
Ragde 47
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