Dos versiones de la vida
Para
comprender el mundo, no basta solo ver con los ojos…
Adolfo
y Jesús, los personajes de esta historia, fueron amigos en su adolescencia, pero al pasar los
años perdieron contacto entre sí, y por los avatares de esta vida, volvieron a
reencontrarse tras tres décadas de no relacionarse.
Adolfo,
creció en un mundo plagado de machismo. Su padre era el mecánico del pueblo,
quien se ausentaba en el hogar los fines de semana habitualmente, su madre era
ama de casa, pero dificultosamente tuvo que tratar de educar a 6 hijos, ya que
su educación solo le alcanzó para aprender a medio leer y escribir.
Jesús
por el contrario, creció rodeado en su hogar de ciertas libertades femeninas,
pero en el medio social en el que se desenvolvió, tuvo que vérselas con un
constante herir a sus seres queridos, ya que tenía tres hermanas y la sociedad
de su pueblo acostumbraba trasgredir ciertas normas de comportamiento humano y
en cierta manera, sus hermanas tenían
que tratar con cierto acoso por parte de los hombres de aquél pueblo en el cuál
crecieron.
Ellos
se desarrollaron en el Porvenir, un municipio afincado en la basta cordillera
Central Colombiana, con un clima templado y aire puro de recién nacido, corrían
por las afueras de la población un pequeño rio y dos quebradas, que le daban
cierta humedad al ambiente.
Cuando
los dos eran niños, se divertían en la plaza central del municipio, practicaban
los deportes más promulgados por la televisión, el fútbol y el ciclismo. De vez
en cuando jugaban a la golosa o rayuela, a la lleva, trompo y cuanto juego
infantil les era endilgado por las personas de más edad.
En
la escuela su comportamiento no siempre fue el mejor, sobre todo las quejas se
las proferían a los padres de Adolfo. Y consecuentemente al acto, la reprimenda
en casa llegaba de manos de sus padres con golpes e improperios propios de quien considera que
la educación se atiende mejor con frases como: “la letra con sangre entra”.
El
pobre Adolfo fue creciendo con resentimiento hacia sus padres, él no entendía
por qué alguien que decía amarlo, la emprendía a golpes como si él fuera un
enemigo. Sus heridas sanaban, pero el odio y el rencor se fueron afianzando en
su interior.
Cada
encuentro con Jesús era un alivio, ya que en él encontraba buenas palabras y
una voz de amistad. La confianza que en él depositaba, le permitía desahogarse
y no reprimir sus sentimientos heridos.
La
mañana en que se reencontraron, el más feliz con el encuentro sin lugar a dudas
era Adolfo, a él no le quedó un amigo entrañable cuando Jesús viajó para Bogotá
a seguir estudiando, él espero por mucho tiempo a que Jesús regresase, pero esa
circunstancia nunca acaeció. Los motivos pronto serán revelados…
Ragde
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