En el trasegar por la vida el triunfo final lo
encontramos cuando logramos compaginar la vida con la existencia espiritual y
esto lo logramos cuando aprendemos tras la lucha final, la lucha interior.
Cuando emprendemos esta lucha el criticado es Dios mismo,
empezamos a ver como nefasta la existencia en la tierra, la enfermedad de los
seres humanos se ve como algo vil de parte de quien nos creó, las dificultades como un atropello hacia quien
desea vivir feliz, peor aun cuando consideramos que la maldad humana al no ser
atrancada por los seres divinos es una afrenta a nuestro bienestar por parte de
ellos, que solo quisiesen que dejásemos salir lo peor de nosotros para combatir
a cualquier villano.
La razón pugna por negar la existencia de cualquier
ser perfecto creador, no vemos en la vida perfección y todo comienza a ser un
cúmulo de factores que arrecian con acabar nuestra estabilidad emocional y
psíquica, la enfermedad de nuestro cuerpo y de nuestros seres queridos, la
muerte, el atropello y las injusticias humanas, nos llevan a la depresión
prolongada, convirtiendo nuestra existencia en un constante sinsabor.
Y si sucumbimos a la
versión de la vida nefasta, el suicidio es la salida final, el negarnos
a vivir de una manera turbulenta y agraviante nos encaminamos hacia allí.
Todo niega la existencia de Dios, no lo vemos, no lo
percibimos, ni en nosotros ni en los demás, ni en los hechos ni en la
naturaleza, las reglas de las diferentes religiones son impracticables para
seres imperfectos y la carga se acumula en la mente de quienes racionalizan
todo.
Y como nos venden un Dios castigador incriticable,
menos que poca cosa nos sentimos, porque nos hemos convertidos en villanos a
pesar de no matar, a pesar de solo pensar, a pesar de trascender la religión
común, a pesar de buscar a ese Dios en
cada cosa, pero al no hallarlo, sucumbimos al desánimo y si no continuamos la búsqueda
allí quedaremos perdidos en nosotros mismos.
Pero la falta de respuestas no necesariamente es la
ausencia de Dios, tal vez el camino es de tropiezos, pero si la vida carece de
sentido, los suicidas estarían en la gloria al ausentarse del sufrimiento por consentimiento
propio, pero al negarnos a rechazar la vida, con sus altas y sus bajas, porque
el vaso no siempre está vacío, encontraremos lugares, personas, ideas o ideales
que nos proyecten más allá de un descolorido panorama lleno de amargor.
Dios existe, para quien así lo cree, para quien ve en
la sonrisa de un niño a Dios, para quien aprendió a ver llover y ser feliz, ver
tiempo seco y partir para la playa, a encontrar consuelo en momentos de
dificultad y enfermedad, para quien el trabajo no solo representa dinero y
cansancio, para quien se aferra a sus seres queridos porque le hacen la vida
más agradable, para quien encuentra una fecha para establecer una conversación
con la voz interior, que aunque puede ser la de uno mismo, siempre encuentra
buenas razones para permitirnos seguir…
Edgar 47
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