En las relaciones humanas no nos conformamos con manejar
nuestra propia vida, sino que nos atrevemos a querer ordenar la de los demás y
más si es la vida de nuestra pareja.
Y eso se debe a que hemos crecido en un mundo que nos
inunda con ideas sobre lo bueno del poseer. Poseer la mejor ropa, los mejores
amigos, la mejor casa, la mejor familia, el mejor carro, pero eso sí, propio,
no prestado, y por ello en la niñez se lucha hasta por un juguete aunque esté
repetido, lo importante es que el otro niño o niña no lo obtenga.
Luego se entra en la lucha escolar, por ganar la mejor
atención de los profesores, porque queremos poseer las mayores virtudes y más
si se pregonan en izadas de bandera, en reuniones de padres de familia o en
encuentros culturales.
Y ya cuando entramos en la edad liberal, donde no queremos
que los demás posean nuestro tiempo, nuestro espacio, la revolución nos lleva a
buscar comandar el grupo de rebeldes, contra los padres, contra los profesores,
contra la autoridad, contra la sociedad, para evitar que los adultos puedan
cuidar celosamente de nosotros.
Y la vida nos pertenece, así las religiones pregonen
lo contrario, pero la de los demás, no, aunque a fuerza de autoritarismo, de
economía, de miedo, tratemos de robarles esa libertad de pertenencia a los
demás.
Y llega la unión de pareja, en el noviazgo generalmente
los límites otorgados no van más allá de la fidelidad, siempre y cuando sea un
acuerdo común. Pero entrados en la seriedad del asunto, llega el matrimonio, la
unión libre o cuanto formalismo social inventado se tenga para establecer la
familia ante las leyes sociales.
Y es allí donde nos creemos reyes con personal bajo
nuestro dominio, los hijos son obedientes por mandato supremo, porque no hay
nadie sensato, dentro de la sociedad adulta que interfiera, porque podría verse
vapuleado por la mayoría.
El esposo y la esposa, se rinden mutua posesión y no
solo hablo de fantasías bajo las cobijas o sin cobijo, hablo de que el tiempo y
el espacio se estrechan para la libertad personal, la fidelidad es una norma
que no se discute, y se acecha al otro aunque no tenga idea alguna sobre
abandonar el barco antes del tiempo más o menos acordado, generalmente es para
toda la vida, algo insano en personas conflictivas.
Y eso que no
entro en el tema de los celos enfermizos, donde la violencia entra en
acción, donde el conflicto ya no es menor, sino que se pasa el límite de la
cordura y creyéndose dueños o propietarios del ser humano que los acompaña, se
juegan la vida y su libertad por no dejarlo o dejarla partir.
Todo generalmente se construye desde la niñez, el
problema es que los adultos que nos educaron, los que ahora educan no lo ven
así, o lo ven pero no hacen nada por cambiarlo (peor aún)…
Ragde 47
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