Hoy estaba leyendo la rebelión de las ratas de
Fernando Soto Aparicio y ojeando las circunstancias donde se desarrolla la
trama de la historia que allí se cuenta y la vida que llevan los personajes
principales, me surgen estas cuestiones:
¿Cómo convencer a los pobres o a quienes viven en
condiciones de miseria que tienen un Dios que los ama?, ¿que su sufrimiento es
consecuencia de las malas acciones de los hombres, pero que alguien más
poderoso no interviene para sacarlos de sus míseras condiciones?
Es fácil de alguna manera hablar de paz, de amor, de
un porvenir en condiciones estables, donde no se aguanta hambre, donde no se
siente frío, donde no se es despreciado por nadie. Pero en el socavón de aquellos
que son pisoteados a diario, ¿cómo decirles que hay esperanza? si muchas veces
por desesperanza llegan a robar para comer, a matar por el odio que se les
arraiga en el alma de tanto sufrimiento en ellos y en los suyos.
Por ello, hablarles de felicidad, de humanidad y demás
valores y anhelos humanos podría ser un contrasentido, porque quien habla
muchas veces no ha vivido la podredumbre que provoca el mismo hombre, por
ambicioso, por egoísta, por ciego ante la necesidad de otros.
Entonces bajo estas circunstancias de lo que es la
realidad de la vida humana, con qué cara uno podría enmendar el daño causado
por otros, con que aliento podría uno celebrar la vida a sabiendas de la
necesidad de muchos, como podría uno seguir campante en la vida desatendiendo
la realidad de aquellos a quienes les han robado desde el nacimiento, si se
hace parte de una hermandad humana, ¿cómo vivir aislado de esta realidad?
¿Somos relativamente buenos porque crecimos en
condiciones favorables?, y en otras circunstancias
¿la maldad emanaría de nuestro ser para defender nuestros intereses?, porque aunque
es una creación mental de algo no existente, la cotidianidad de otros los
excusa para comportarse como habitualmente lo hacen, peleas, discordias,
sufrimiento, odio, rencores, venganzas, por vivir lo que aquellos que viven una
relativa felicidad o tranquilidad no van a vivir…
Ragde 47
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