CAPÍTULO
1
-¡A las armas! gritaban los valientes
Los cobardes huyeron despavoridos, su vida era más
importante que la de cualquier otro ser humano
El jefe de comarca iba dispuesto a entregar su vida
por la causa
¿Y cuál era la causa?
Vivir sin opresión del gobierno impuesto y malvado.
Pensaban imponer su propia versión de la vida. No
había marcha atrás. Ya los hombres estaban dispuestos a todo.
Allá en el horizonte brilló una luz. Del cielo
llovieron titilantes luces que al contacto con los cuerpos, estremecieron el
más fino filamento del cuerpo que envolvía a cada ser.
Sintieron miedo, fueron cobardes por un instante. Si
hubiesen podido moverse, seguramente la huida sería una estampida pavorosa de
hombres pálidos, cuya gritería histérica heriría cualquier oído.
Pero no, no podían moverse, sus piernas sus cuerpos no
respondían, estaban adheridos al piso, tan solo miraban lo que sucedía...
Las luces se volvieron tenues y ya se podía vislumbrar
el contorno de tres naves, podría decirse que espaciales, ya que no eran
conocidas, ni sus formas, ni sus movimientos, salidos de las leyes humanas
conocidas.
De éstas naves bajó un grupo de seres gigantes, ya que
median más de 2 metros cada uno, llevaban un ropaje maravilloso, ya que
brillaba y los hacía un espectáculo en aquella noche.
Ninguno de los combatientes podía dejar de mirar hacia
aquél lugar, estaban ahora extasiados de lo que veían. Sus armas cayeron al
piso, y de aquellas naves, una luz las atrajo hacia sí y las destruyó como si
un rio de lava las derritiera instantáneamente, se trasformaron en un cúmulo de
metal.
Por fin hubo comunicación, los seres hablaron en español.
-
¿Por qué os seguís matando como seres irracionales? ¿Acaso
no comprendéis lo grande de la vida que vivís?
Unos a otros se miraron, no entendían el porqué del
interrogatorio, el líder del grupo de más de 500 hombres, don Juan Roberto
Quijano alías Enrique Martínez contestó.
-
¡Quienes son ustedes y a que han venido a ésta
desolada selva!
Sin lugar a dudas el líder de aquellos seres extraños
se presentó.
-
Somos seres espaciales, venidos a ésta tierra a
cambiar el rumbo de vuestra sociedad, estamos aquí por mandato de quienes os
crearon como humanidad.
Con esas palabras, don Enrique, hombre de más de 60
años supo que por más empeño que impusiera en continuar con su lucha armada, a
partir de aquel instante ya no se podría llevar a cabo, después de haber visto
como destruyeron las armas y la manera en que se presentó quien lideraba
aquellos extraños.
Así que habló así.
-
¿Por qué con nosotros, por qué no con los líderes de
las naciones más poderosas se hizo el contacto?
-
Es cierto que no sois los más importantes, ni quienes
dirigen las vidas de la mayoría de seres humanos, pero nos fue encomendada una
misión y por ello estamos aquí, ya llegará el momento en que otros como nosotros
contactarán a esos líderes de las naciones a quienes os referís.
-
¿Y qué quieren de nosotros?
-
Que abandonéis la lucha armada, que cambiéis para
bien, que emprendáis el viaje interior en la búsqueda del Dios que os espera
desde siempre.
-
¿Y qué con quienes sufren en esta vida a consecuencia
de los malos manejos de los gobiernos de turno?
-
Todo a su tiempo, por lo pronto, éste campamento que habéis
construido para vuestra revolución armada, deberá adecuarse para la enseñanza
que hemos venido a impartir.
Así que todos aquellos hombres empezaron a recibir
lecciones a diario, no sin algunas recriminaciones por parte de quienes habían
llegado allí con el ánimo de construir un mejor país pero bajo su gobierno…
Ragde 47
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