Entendido
como la sobriedad del buen vivir, de no entrar en los excesos, ni en la pobreza
del vivir. Encontrarlo requiere de conciencia, experiencia o apropiación de las
vivencias de los demás, el observar, el experimentar en uno, y asumir
reflexivamente la mejor manera de llevar nuestra vida.
Los
excesos en los placeres del mundo material, alimentación, diversión, viajes,
sexual, sensorial, emocional y en el ahora, virtual, llevan al ser humano a la
insatisfacción, el querer siempre más y no alcanzarlo porque el cuerpo y la
vida tienen límites, económicos, físicos, daños irreparables, situaciones de
vida limitantes, que llevan al ser humano a la desesperación al no poder
conseguir más de lo mismo.
En el
otro extremo están las insatisfacciones por decisiones propias o impuestas
dentro de una familia o comunidad. La imposición del celibato en comunidades
religiosas, la prohibición del disfrute social por los cabeza de familia
estrictos, las imposiciones religiosas de determinada comunidad religiosa, en
el vestir, el vivir, la anulación de la propia conciencia en favor de lo que
dictamine el líder o libro “sagrado” a cuya comunidad religiosa se pertenece.
Y
hasta que no se tome conciencia de encontrarnos dentro de un problema, no vamos
a buscar opciones de salida y seguiremos viviendo una vida de insatisfacciones,
limitada o problemática por no saber controlar los excesos con las consiguientes
consecuencias.
Son
decisiones de vida que debemos ir adoptando en el devenir de los días, entre
más pronto salgamos del fango en donde nos hallemos y demos comienzo a la
limpieza de vida, más pronto vamos a sentir esa plenitud en nuestro ser,
consecuencia de librarnos de cargas inútiles que muchas veces llevamos
impuestas o por decisiones nuestras.
Ragde 47
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