De un momento a otro ese medio poco acuoso, comenzó a ebullicionar de manera inesperada y el miedo le recorrió su pequeño cuerpo flagelado. Sintió su hora llegar, sin herencia por dejar, ni herederos que peleasen por sus pequeñas pertenencias, que no iban más allá de 46 cartas que le fueron entregadas para ir a jugarse el todo por el todo en un territorio desconocido, frente a un rival indeterminado.
Ese era su legado, de antepasados poco conocidos y con mitos que se contaban entre millones de habitantes de aquel mar inmenso, despojado de luz y con un calor gratificante.
Cuál géiser en el momento de su explosión hacia el exterior, se vio volar por los aires, y gracias a aquel medio que lo rodeaba fue llevado a un sistema cavernoso y algo tenebroso por lo desconocido. En menos de lo que canta el gallo, que lo hace bien seguido y a horas especificas, observó movimiento en sus congéneres, tal vez por miedo, tal vez por no verse solo, empezó a moverse con la rapidez que solo el miedo proporciona, hacia el lugar que los demás se movilizaban, pensando que un enemigo peligroso lo podría alcanzar.
El caso es que llegó de primeras, en la carrera de la vida había llegado a su meta sin proponérselo, se vio frente a una enorme bola gigante, coqueta y con aire de suficiencia, que solo proporciona el saber.
Ella había bajado hacia dos días, después de realizar su tesis de grado, frente a un repertorio que colmaba el gran auditorio, que le profirió una inmensa ovación. Ella había partido, sin maletas, sin carga, pero con un inmenso conocimiento, sobre el porqué de su existencia, se alojó en las cabañas de Falopio, comúnmente conocidas como "trompas", que aunque no tenían un nombre bonito, si le proporcionaron una estancia agradable, cinco estrellas en el mundo hotelero. Luego se desplazó al Útero a esperar visitante y poder dejar como legado a un discípulo todo su saber.
Al ver llegar a Zoide tan apurado y viendo como lo perseguía un inmenso ejército de pequeños renacuajos, le permitió cabida en su ser, pero luego cayó en cuenta de lo que podría parecer un error, pues ella sabía que solo un visitante podría entrar a su morada y al no haber hecho una escogencia sabia (la cuál exigía una evaluación previa de su posible discípulo), con ello podría tener problemas posteriores.
Zoide empezó a mostrar sus cartas, sabiéndose protegido por el muro infranqueable que le proporcionaba su bienhechora. Tan solo pudo colocar 23 de sus cartas sobre la mesa de la fertilidad. Ella traía otro tanto de cartas, pero igual que él, tan solo le fue posible colocar 23 de las suyas. Lo que ellos no sabían es que de vez en cuando en la partida de la vida puede colocarse una carta adicional que entrega a la vida un ser especial, un ser con 47 cartas (tal vez por eso me gusta el 47, nota del autor, que le gusta meter la cucharada, pero no en plato ajeno). Ellos son conocidos en el mundo humano como seres con Síndrome de Down, pero quizá debiesen llamarse Peter panecillos, o sea, niños por siempre.
De un momento a otro ella dejó de ser ella y Zoide también dejó de ser él, se combinaron tan intensamente, que fueron un nuevo ser, empezaron a ser un yo, un bebé en potencia y lo más bonito, un Dios en miniatura...(5 me gusta y lo continúo)...Ragde 47
Historia de un zoide y una óvulo (primera parte)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.