El miedo entra en juego cuando la muerte se acerca, para los demás, para
los conocidos, para los queridos, para uno mismo.
Y es el miedo a no estar seguro de la etapa que viene, por
desconocimiento y porque no se tiene la convicción de una vida tras el sueño
mortal.
Quien ya dio el paso hacia el convencimiento de la existencia tras la
muerte física, no teme, pero igual ignora lo que viene por inexperiencia en el
asunto. Nadie ha vuelto en los años resientes y si lo ha hecho alguien la
mayoría lo ignora.
La historia registra la vuelta a la vida de Jesús de Nazaret, sin
embargo esto solo convence a sus seguidores y sin embargo no al 100%. La sombra
de la duda también los cobija.
Y es que la muerte tan cotidiana, es la gran desconocida para una mente
material, a pesar que la naturaleza registra a diario el hecho que tras la
muerte de seres vivos llega la consecuente vida de otros seres.
Para el creyente en una vida eterna, no debería preocuparle la muerte en
sí, sino el desperdicio de la vida aquí, el no aprovechamiento para él, para
los demás y para cuantos viven en el planeta.
La muerte sería llegar a la nueva vida con los bolsillos vacíos de
valores, de vivencias, de raíces profundas que fundamenten la existencia…
Ragde 47
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