Ya hace 1987 años, el día 07 de Abril del año 30 d. de J.C., Jesús de
Nazaret, el creador del universo donde habitamos, de éste planeta que nos
acogió desde nuestro nacimiento, sufrió un suplicio a manos de sus amados
hijos, los habitantes de la Jerusalén de aquellos días.
Según lo escrito en caballo de Troya, serie de libros del escritor J.J
Benítez, a quien admiro y el libro Urantia de la fundación Urantia, una
revelación para las generaciones presentes, escrito en los años 30 del siglo pasado,
por el cual guío mis pensamientos y mi vida espiritual, fue en el año 30 d. de
J.C. cuando una turba enardecida, avivada por los dirigentes religiosos de los
judíos de aquellos días, dictaminaron la ejecución y muerte en la cruz tortuosa
de aquel indefenso, amante de la paz y promulgador del amor entre sus hijos.
Poncio Pilato, como delegado del emperador romano, fue quien permitió
aquella injusticia conocida por el mundo cristiano, pero según entiendo la
mayor culpa recayó en Judas Iscariote, por ser el traidor, y en quien estaban
puestas las esperanzas del legado por Jesús entregado a sus apóstoles.
El mensaje entregado era sencillo, pero de difícil ejecución para
personas habituadas a un credo establecido. Jesús promulgaba el amor al
prójimo, nos ponía en conocimiento que somos hijos de un Dios, él igual a
nosotros un hijo más, un hijo mayor, por lo mismo somos hermanos espirituales
entre todos y la vida es para llenarla de amor, entendiéndolo como bondad, belleza
y verdad.
El suplicio sufrido por Jesús no era necesario, porque el padre lleno de
amor, jamás iba a pedir un sacrificio de sangre para el perdón de pecados de
seres inocentes, lo que él quería era que culminará su vida en la tierra como
cualquier ser humano, una muerte física, incluida como es lógico la que ocurre
por vejez, pero los habitantes de aquellos días, belicosos y ultra-religiosos
no lo permitieron.
Comparto éstas ideas. Sabiendo de antemano la resistencia mental y
espiritual de quienes por creencia tradicional, no van a cambiar, pero tal vez
las novedosas ideas les queden sonando, aunque en realidad la mayoría de lo que
escribo es para las generaciones futuras, más abiertas al cambio de pensamiento
y a una vivencia espiritual más acorde con el mensaje de Jesús.
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