¿Quién la tiene? ¿Quién la conoce en
su grandiosidad?
Si hablamos de
la humanidad, con seguridad nadie la tiene. Hace poco entre en Facebook en una página
de discusión sobre temas que le conciernen a creyentes y ateos, la verdad me
quedé decepcionado sobre la inteligencia humana y la manera como nos relacionamos
con otros seres humanos.
En algún momento
me di cuenta que me estaba convirtiendo en uno de ellos, en alguien que grita su
verdad a pesar que nadie la quiere escuchar, alguien que agrede en sus
comentarios, porque de eso si leí bastantes.
Los unos
enfrentados a los otros pregonando su saber y los otros buscando como
confrontar más que argumentar sus ideas.
No resistí el
saber en lo degradante que uno puede volverse, aun con buenas intenciones en un
comienzo, porque muchas de las personas que allí escribían sin duda tienen
bondad en su actuar diario, pero contagiados y cegados por su verdad, la
defienden a capa y espada, porque de alguna manera en su certeza está cimentada
la vida misma que llevan.
Y así sucede con
cada apropiación que se hace de lo que queremos imponer en los otros a fuerza
de tener razón y la verdad de nuestra parte. En política sucede igual, y son
los líderes conflictivos quienes en realidad hacen que las personas se
exasperen y se conviertan en esos monstruos dispuestos a agredir a quien sea
porque piensa, siente o cree diferente.
Al final me
quedó como conclusión, que uno puede contar su historia y quien quiera
escucharla, la escuchará, pero en cuanto a sus creencias y convicciones, es a
él o ella, a quien le corresponde cambiar o continuar en sus postulados si en
ellos encuentra serenidad en el vivir…
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