Preguntar...

Preguntar no es sinónimo de ignorancia, por el contrario, significa ansia de conocimiento, es la mejor manera de adquirir aquello que nos falta. Entre más se pregunte, mayor es el placer que se siente al obtener una respuesta convincente.
Todo aquel que responde sin saber, termina trastabillando al hablar e inventado de paso cosas que talvez no tienen nada que ver con lo que se le pregunta, una respuesta con desconocimiento es una chispa en un medio combustible, terminamos incinerados por la vergüenza consecuente.

Siempre es mejor encontrarse a una persona que sabe de su ignorancia y no se avergüenza por ello, que a un sabio en su parecer con ideas fijas que quiere imponer en los demás.

Quien nunca ha cambiado de parecer, no es humano, es una piedra sin vida, además de mentir quien así lo asegura. Las ideas fijas convierten al ser humano en un ente estancado, en autor de una filosofía unipersonal, no practicable en los demás, el avance se da gracias al cambio que se permite en la vida.

Si se marcan limites, no se permite el avance de los demás hacia nosotros, nos volvemos una muralla infranqueable, que aunque al principio puede ser placentera, con el tiempo puede convertirse en la habitación de la soledad, en el motivo de sinsabores, la diaria lucha con uno mismo puede ser mortífera sin compañía.

Un ser que permite que los demás le den parte de lo que han aprendido, es un ser generalmente alegre, desprendido, conciente que en los demás también habita parte de la verdad final…


“La filosofía y el pensamiento son como el agua, se adaptan al medio que los rodea y de vez en cuando se permiten moldear a su parecer el derredor…”