Hace
un tiempo conversaba con alguien, sobre la injusticia de la parábola contada en
la biblia, del hijo pródigo (según su entender). Y es que si se relaciona ésta
parábola con quien hace bien las cosas y con quien se dedica a derrochar y a la
vida despreocupada, podría llegarse a la conclusión, que el perdón entregado a
quién se arrepiente después de una vida de holgazán, sería totalmente injusto.
Lo
que no se ve es la sutileza del escrito, donde el padre de estos dos hijos, le
dice a quien se proclama herido, que todo lo que el padre posee es de él y que
por lo tanto no debería ver su conducta como injusta sino que por el contrario
debería alegrarse de ver llegar a su hermano arrepentido de sus acciones.
En
otras palabras, el hijo que se ha comportado mal ya recibió la mitad de su
herencia y por lo mismo, todo lo que el padre posee hasta ese ahora, es del
hijo que se ha comportado bien. Pero eso no le quita el derecho al padre, de
poder amar a sus hijos por igual, por lo que se toma el atrevimiento de ayudar
a su hijo caído en desgracia, como consecuencia de su vida licenciosa, y
acogerlo nuevamente en el hogar.
Lo
que hay que ver es, que a quien mal se comportó, ahora le corresponde volver a
comenzar, cosa que no sucede con quien ha colaborado en el hogar de su padre.
La justicia yace en igualdad de tratamiento ante hechos similares, pero además
debe contener búsqueda de caminos para evitar recaídas en hechos similares.
Al
bienhechor, le ha ido bien en la vida gracias a su buen comportamiento, por el
contrario, al hijo malgastador y vagabundo, su comportamiento lo llevó a vivir
sufrimiento y penas en tierras lejanas, con lo cual, si lo que se busca es
castigo para quien se porta mal, tal vez la vida le reserve dolor, a quién
torpemente, hiere y se hiere.
Si
se mira más allá de la historia, se podría ver a un hijo pródigo trabajando
fuertemente por su sustento y a un hijo bienhechor ampliando su territorio de
trabajo, junto a un padre orgulloso de sus hijos…
Ragde 47
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