SEGUNDA PARTE
Ella
levantó el teléfono y marcó, sintió cierta punzada en su corazón cuando al otro
lado escuchó una voz que la envolvía, era la de aquel hombre que la semana
pasada le había ayudado a despinchar una rueda de su automóvil.
Luego
de los saludos acostumbrados, del sonrojo despertado, de las risas que van y
vienen, ella decidió proponerle un encuentro en un maravilloso restaurante, en
el sitio de moda de la clase social alta.
Él
decidió que allí no sería ese nuevo encuentro, por su manera de pensar y la
incomodidad que le producía el lujo, le propuso que mejor sería que lo
acompañara a una discoteca cercana, donde él frecuentemente bailaba, los
fines de semana que tenía libres.
Ella
feliz por tener la oportunidad de volverlo a ver, no opuso resistencia a la
propuesta, finalmente lo que importaba era que él iba a estar cerca de ella, el
lugar era lo de menos. La fecha convenida era ese viernes en la noche.
Ella
llegó al sitio de encuentro, con una hermosa sonrisa, su vestir cotidiano la hacía
resaltar, como el arcoíris tras la tenue lluvia. Él por su parte, se anticipó a
su llegada, no deseaba hacerla esperar.
En
la comunicación telefónica se había atrevido a decirle que ella llegara sola al
lugar acordado, y aunque sintió cierta vergüenza por su propuesta, deseaba
conocerla tal y como era, sin que él tuviese que recurrir a cambios en su
estilo de vida.
Aunque
a ella se le hizo extraño que él no quisiese pasar a recogerla, para luego asistir
juntos a la discoteca que él habituaba visitar, finalmente consintió en que
ella llegaría allí. Sus deseos eran más fuertes que las tradicionales normas de
cortesía en las que se movía a diario.
Cuando
él la vio, sintió deseos de abrazarla, de besarla, como si fuese la amiga de
siempre, el amor de su vida, la mujer de toda una vida soñada. Ella le sonrió,
sintió cierta incomodidad al percibir como él posaba su mirada en ella, no era
frecuente el sentirse intimidada frente a un hombre.
Luego
se acercó, el rosar de mejillas los transportó a un bello sentimiento, que los
dos hubiesen descrito como amor. Pidieron cada uno un trago, duraron hablando
cerca de una hora sin dejar de mirarse, ella extasiada, decidió darse un
momento de tranquilidad y pidió disculpas pues deseaba ir al baño.
Ya
allí, se sintió la mujer más feliz del mundo, había encontrado el amor, no
todos los día se gana la apuesta por la que toda mujer enterregaría su propia
vida, así que decidió que él la acompañaría de ahora en adelante, cuidaría de
agradarle lo suficiente para que su dicha fuese real.
Volvió
a su encuentro, él la invitó a bailar, ella feliz, aceptó. Bailaron el resto de
la noche, ella flotaba, su voz era caricia frecuente en su oído, sin embargo
aunque ella lo deseaba, él no decidió hacerle una declaración formal de ese
amor que ambos sentían.
Desilusionada,
vio como la noche se acercaba a su final, en un momento de desesperación al
pensar en que la dicha se le escaparía de sus manos, decidió dar ella el paso,
así que en un arrebato desenfrenado le estampó un beso en la boca.
Él
más que molestarse, le dio cierta risa interior al percatarse hasta donde la
había presionado para que ella hiciese lo que hizo. Luego de tan grandioso
beso, le beso una mano y le pidió disculpas, pues él la amaba igual, sin
embargo deseaba verla hasta donde resistía ese amor que se le salía por los
ojos.
Ella
un poco irritada por la confesión le dio la espalda, hizo ademán de irse, le
dijo que le parecía de mal gusto que él en su primer encuentro se burlara de
ella, si realmente la amaba debería evitar hacerle daño. A él le parecía
gracioso la circunstancia y la manera en que ella se comportaba, pero para no
darle más motivos a su rabieta, se contuvo.
Cuando
por fin se calmó, él la abrazó y le dio un beso apasionado que de no ser porqué
estaban sentados, ella se hubiese desmayado. A ella le parecía raro que su
cuerpo se comportara de esa manera, como si a ella nunca antes la hubiese besado
hombre alguno. Tal vez el amor es tan fuerte que hace del torrente sanguíneo un
volcán de lava incontrolable, lo cual lleva al cuerpo a perder la fuerza
sostenedora.
Salieron
de la mano rumbo a la casa de ella, ella esperaba cerrar con broche de oro tan
fantástica noche, él sin embargo la sorprendería… Continuará
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