La manera como los animales asumen la llegada de la
muerte, el paso obligado de todo ser viviente en esta tierra, lo natural, que
aunque como humanos no lo hemos sabido aceptar. Para ellos solo hace parte de
la vida en la naturaleza, ella que no se conduele de nada, que no sabe de
racionamientos humanos, se acerca y ellos lo asumen, no esperan detenerla,
porque esa evolución, ese instinto animal del que se habla, les enseñó que al
final siempre llega.
Nosotros sin embargo, tenemos la esperanza de conservar
los nuestros más allá de lo que uno pudiese ver como sensato. Porque no es
equilibrado llevar a nuestros seres queridos a vivir sin vivir, a mantenerlos
conectados a aparatos mágicos que conservan el cuerpo, pero que lentifican la
llegada de la muerte física.
Nelson Mandela, en el mundo animal ya hubiese muerto, y
no por crueldad animal, simplemente la enfermedad en la vejez es la muestra de
que el camino está cerca de su fin, si es natural el morir, porqué
emprender medidas para detener una vida que no se puede vivir, entendiendo el
vivir como la dignidad del ser que sabe, acepta y disfruta cada experiencia
diaria.
Tal vez, si la extinción de los dinosaurios hubiese
estado en nuestras manos para ser evitada, muchos hubiesen aprobado la intervención
para evitarla. Pero esa sabía manera de proceder de la naturaleza los llevó a
la extinción, sin pena, ni gloria, sin buenos, ni malos, sin significados
humanos, sencillamente era un paso necesario para que algo nuevo surgiese
dentro de su natural funcionamiento.
Más que evitar la muerte y prolongar la vida (aunque
enfermo), se debería buscar calmar la enfermedad, prolongar la vida digna (en
condiciones libres de enfermedad y facultades mentales lúcidas) y aceptar la
muerte como una pasajera más en el viaje llamado vida.
Ni siquiera se necesita de la intervención humana, la
muerte es tan natural, que cuando se acerca, lo hace con la triste mirada de
quien sabe que llega, la distancia buscada para vivirla en la soledad de quien
la acepta. No se trata de un juicio final, porque no hay condenado, se trata de
una reflexión individual sobre el último acto que se acerca.
Cada lágrima es una negación a la realidad, quien sabe no
necesita llorar, guarda esperanza en un mejor mañana dentro de un universo
visto. Pero hemos sido enseñados por ignorantes para eliminar nuestra
ignorancia, y al final si no acudimos a otros maestros, vamos a terminar como
lo han hecho nuestros antepasados, con el miedo a nuestro lado.
Que la natural muerte llegue, pero que nos coja con la
aceptación requerida y con la confianza en un mejor mañana…
Ragde 47
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