La
muerte hace parte de la vida, así como el dolor, el sufrimiento, la tristeza y
la misma violencia. Pero al igual que el oscuro panorama de la vida humana, en
la misma vía transita también la alegría, la celebración, la conquista, el
gozo, el amor.
Es
inevitable encontrarse uno en el camino por recorrer, cualquiera de estas
circunstancias, porque por alguna buena razón (solo los entendidos lo saben) se
hace necesario vivir así.
Si
nos sentamos a la orilla del camino a llorar y lamentarnos por la contrariedad
acaecida en nuestras vidas, no podremos llegar a finalizar lo comenzado. Desde
que tomamos la decisión de venirnos a vivir en este planeta, con las
dificultades que presenta, sabíamos de
antemano lo difícil del camino por emprender, aun así decidimos aceptar, porque
también sabíamos el bien por venir.
El
llanto puede nublar nuestro mirar, alejarnos de nuestro objetivo, si olvidamos
que la tristeza también hacia parte del contrato contraído. Llorar no está mal,
lo malo es quedarnos con una de las dos caras del panorama que se nos presenta.
El
temple de los fuertes, de los indestructibles, no se logra con mimos
constantes, sino generalmente está sustentado, en las dificultades, en la
dureza del camino, en la confrontación directa con el dolor. El niño no aprende
a caminar sin algunas dolorosas caídas, sin el esfuerzo propio por más empeño
que coloquen sus padres por evitarle sufrimiento.
El
algodón es rico, delicioso, y más si es de dulce. Pero a él llegaremos en otro
momento, cuando la sabía manera de nuestro proceder, nos lo otorgue por
merecimiento y no por compasión. No es necesario ser mártir para merecer el
cielo, lo necesario es ver más allá de la simpleza de la vida, de lo cotidiano,
de lo que fácilmente se ve. Aprender a ver, requiere tiempo y valor para
continuar a pesar de todo.
Solo
sé que Dios es grande, grandioso y maravilloso, y que ésta creación no es un
bello sueño fugaz, o una terrible pesadilla, según se viva y se vea, sino que
tras el velo del horizonte que termina con la muerte física, hay y existe vida.
La negación de los materialistas, no hace real la circunstancia de una vida
humana con un fin, sin un porvenir más allá de la muerte.
El
ser humano a pesar de su imperfección ha hecho mucho, las ciudades se
construyen a diario, la historia se escribe con letras impregnadas de grandeza
humana y lo loable del ser humano siempre perdurará.
Ragde 47
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